Consentimiento informado en fisioterapia: mucho más que una firma
En el día a día de una clínica de fisioterapia, es fácil caer en la rutina: atender pacientes, planificar tratamientos, llevar la agenda al minuto y cumplir con mil tareas administrativas.
Pero hay algo que, aunque a veces se ve como una formalidad, marca una gran diferencia tanto para la seguridad del paciente como para la tranquilidad legal del profesional: el consentimiento informado.
Lejos de ser un simple documento, el consentimiento informado es una parte clave de una práctica responsable. Y sí, también es una exigencia legal. Pero sobre todo, es una forma de construir una relación más transparente, ética y profesional con cada persona que entra por la puerta de tu consulta.

¿Qué implica realmente el consentimiento informado?
Cuando hablamos de consentimiento informado nos referimos al proceso por el cual el paciente, tras recibir una explicación clara y adaptada sobre el tratamiento que va a recibir, decide si quiere seguir adelante o no.
No se trata solo de informar, sino de asegurarse de que la persona ha comprendido realmente lo que le estás proponiendo y que está de acuerdo de forma libre, sin presiones. La responsabilidad de esa comunicación recae en el fisioterapeuta.
No basta con ofrecer un folleto o un documento estándar: hay que explicar, resolver dudas y, cuando sea necesario, adaptar la información al lenguaje o situación del paciente. Este proceso tiene un valor clínico, pero también humano. Involucrar al paciente en su tratamiento mejora la relación terapéutica y, por lo general, los resultados.
¿Y cuándo debe quedar por escrito?
Aunque hay tratamientos donde basta con que el consentimiento sea verbal, existen ciertos procedimientos donde la ley exige que se documente de forma escrita. Es el caso, por ejemplo, de técnicas como la punción seca, las manipulaciones cervicales o las exploraciones intracavitarias. También en intervenciones donde pueden existir riesgos significativos o se trabaja sobre zonas sensibles.
En estas situaciones, contar con el consentimiento firmado no es una opción, es una obligación. Pero incluso más allá del aspecto legal, tener todo documentado de forma clara ofrece una doble protección: para el paciente, porque demuestra que ha sido correctamente informado; y para el fisioterapeuta, porque evita malentendidos y reduce el riesgo de reclamaciones o denuncias por actuaciones sin autorización.
